A veces, en medio del ruido de la rutina, olvidamos lo esencial: no somos solo cuerpos caminando, cumpliendo tareas y persiguiendo objetivos. Somos algo más. Somos consciencia. Una presencia silenciosa que observa siente y vive a través de esta experiencia física.
La consciencia no se ve, pero se manifiesta en cada pensamiento, emoción, sensación en el cuerpo o momento de presencia plena. Es como si la vida fuera un escenario, el cuerpo el actor y la consciencia el verdadero protagonista oculto.
Desde esta perspectiva, la vida deja de ser solo una lista de responsabilidades o un camino lleno de metas por cumplir. Se convierte en una experiencia, una oportunidad para observar, sentir y experimentar.
Vivir desde la consciencia es recordar que somos algo más que lo que poseemos o logramos. Es habitar este cuerpo como un templo, honrarlo, cuidarlo reconocerlo como el medio para conectar con una dimensión más profunda de nosotros mismos.
El movimiento y la respiración son dos herramientas que comparto para sentir el cuerpo y habitarlo con consciencia.